La contribución de la teoría de género al estudio de las mujeres rurales ha sido crucial para entender la situación de las mujeres rurales en Gran Canaria, ya la vez, nos ha hecho comprender que las mujeres del medio rural de la isla de Gran Canaria, compartimos características comunes con el resto de mujeres de territorios rurales de las Islas y de otros lugares del mundo.
Las desigualdades por razón de género proceden directamente a la cohesión económica y social de las poblaciones en los territorios, así como al desarrollo sostenible. Las distinciones por razón de sexo provocan que los humanos y las humanas no tengamos las mismas oportunidades para alcanzar un bienestar equitativo e igualitario.
El medio rural padece desequilibrios sociales y territoriales para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Con frecuencia se habla de la doble discriminación que soportamos las mujeres en el medio rural , la que viene dada por el hecho de ser mujeres y las que se derivan de vivir en un entorno socioeconómico desfavorecido y que ofrece mayor resistencia a la incorporación plena de las mujeres en el ámbito público.
Aunque la mayoría de los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres suelen ser comunes, en el medio rural las desigualdades son más pronunciadas y difíciles de superar por:
- El Arraigo de los valores tradicionales de género, que han persistido en hombres y mujeres a lo largo del tiempo. Las mujeres seguimos teniendo que superar muchos estereotipos y roles de género que limitan nuestra participación en los espacios públicos y productivos,
- La Responsabilidad en las tareas domésticas y de cuidados de la familia. A las mujeres rurales, como principales sustentadoras del ámbito reproductivo, nos condiciona enormemente dedicarnos a otras actividades que nos permitan compatibilizar el trabajo extradoméstico con el intradoméstico, de ahí el reclamo no sólo de actitudes corresponsables por parte de las parejas y resto de la familia, sino el ejercicio responsable de políticas públicas que asuman los cuidados como un eje prioritario de intervención.
- El medio rural adolece de una mayor invisibilidad de las aportaciones económicas y sociales de las mujeres rurales, con consecuencias en la composición y reparto de las cuotas de poder de decisión (escasa representación en los órganos de decisión), en la participación en el mercado de trabajo, en la dificultad de acceso a los recursos y en las dificultades para emprender, y que ha redundado en falta de autonomía y de libertad de las mujeres.
- La división sexual del trabajo y minoría cuantitativa de mujeres como titulares de negocio o explotación. En el caso de las explotaciones agrarias, empresas sostén de un marcado carácter familiar, la mano de obra de las mujeres es considerada, en muchos de los casos, como ayuda familiar, una extensión del trabajo doméstico, no remunerado, sin reconocimiento jurídico, ni identidad profesional, y que no genera derechos ni protección social, pero que sí han contribuido a los ingresos familiares y a la subsistencia de la unidad familiar, que además ha permitido la pervivencia y desarrollo de los municipios rurales.
Las mujeres desempeñan un papel esencial como mano de obra en las explotaciones a pesar de que la titularidad está fuertemente masculinizada. De hecho, una parte importante de esa mano de obra femenina que emplean las explotaciones lo hace de manera irregular en la forma de Ayuda Familiar, por lo que el papel de las mujeres se realiza de forma precaria. Además, incluso siendo titulares de explotación, su participación y liderazgo en el tejido asociativo y las organizaciones profesionales agrarias es escasa.
Especial relevancia no solo tiene la titularidad (persona física o jurídica que asume el riesgo de la explotación) donde el porcentaje de mujeres titulares, el 31%, es muy inferior al de los hombres, sino quienes ejercen las funciones de jefes o jefas de explotación (persona responsable de la gestión corriente y cotidiana de la explotación) suponen un porcentaje del 26% de mujeres, disminuyendo el ejercicio de estas funciones por parte de éstas.
El acceso de las mujeres a la titularidad compartida de las explotaciones agrarias, la representación de las mujeres en el sector agrario, los derechos sociales en materia de conciliación corresponsable o ante problemas de violencia, y la visibilización y el reconocimiento del trabajo que han realizado y realizan, deben ser principios que inspiren la promoción de la igualdad de las mujeres, y su reconocimiento jurídico y económico en la actividad agraria.
En relación a la titularidad de las explotaciones agrarias en manos del colectivo de jóvenes, de menos de 25 años hasta 39 años, los datos nos indican que las y los jóvenes ostentan alrededor del 8% de la titularidad de las explotaciones agrarias de Canarias y un 8,5% de las jefaturas de explotación. A pesar de la evidencia del envejecimiento del sector y la poca representación de jóvenes en las actividades agrarias, porcentualmente las mujeres aparecen en este intervalo de edad con mayor representación.
En la actualidad la comunidad autónoma ha habilitado a fecha de 30/09/2016 el REATC (Registro de Explotaciones Agrarias de titularidad compartida de la Comunidad Autónoma de Canarias) para comenzar a aplicar la ley de Titularidad Compartida de las Explotaciones Agrarias con la finalidad de equiparar las mujeres y los hombres en el mundo agrario, dando cumplimiento efectivo al principio de igualdad y no discriminación proclamado en la Constitución. La dificultad radica en que hay que ejercer una labor de formación técnica y de sensibilización al sector sobre los beneficios que conlleva la nueva figura jurídica para promover esta modalidad de explotación agraria y pueda tener éxito su aplicación.
La terciarización de la economía rural
El proceso de desagrarización (pérdida de importancia de la actividad agraria) del medio rural ha ido acompañado de la terciarización de la economía en nuestros municipios rurales; las mujeres rurales están teniendo un marcado protagonismo en el sector servicios, trabajos que desempeñan conjuntamente con multitud de otras funciones, y que les ha permitido la pluriactividad y las triples jornadas.
Las diferencias de poder entre mujeres y hombres, se basa en un distinto acceso a los recursos económicos como la tierra, el capital o el empleo, lo que ha limitado enormemente la autonomía y libertad de las mujeres y las ha llevado a una situación de dependencia
Presentan una posición inferior en el mercado de trabajo y una vinculación a los servicios en las actividades de cuidado a las personas. Sin embargo, se están abriendo paso pequeñas empresas o microempresas fundamentalmente enmarcadas en el sector servicios, gestionadas o dirigidas por mujeres principalmente jóvenes, con una sólida preparación, que apuestan por su pueblo y por el medio rural.
La iniciativa en el sector servicios presenta menos barreras (menos inversiones, menor riesgo, mayores facilidades de conciliación de la vida personal, familiar y laboral), aunque también una menor rentabilidad.
Los muros de cristal tienen que ver no sólo con las desiguales de oportunidades económicas sino también con los estereotipos de género que se asocian a la actividad empresarial y a las funciones asignadas a cada uno de los géneros. Otra manifestación del techo de cristal en el mercado laboral es la escasa legitimación de la autoridad de las mujeres. La autoridad la sigue ostentando simbólicamente los varones como atributo inherente a la propia masculinidad, mientras que las mujeres reconocen que tienen que luchar por conquistarla y conservarla, demostrando continuamente su valía. A los hombres, no les gusta que les mande una mujer, tampoco en el medio rural. Al estar esta idea de autoridad todavía vinculada a un estilo de mando duro y autoritario, muchas mujeres manifiestan que sólo consiguen imponerse adoptando estilos de mando masculinos.
Escasa participación y representación de las mujeres rurales en las organizaciones políticas, profesionales y cívicas
En cuanto a los protagonismos públicos de mujeres y hombres en el ámbito político, empresarial y social en el medio rural, se constatan los desequilibrios, que son estructurales y que responden al sistema de desigualdades de género, perpetuándolo; los hombres representan un número mayor y ocupan posiciones de mayor poder, visibilidad y capacidad de influencia social.
En el estudio sobre protagonismo público de mujeres y hombres en el medio rural: empresa, política y familia, realizado por AIDER Gran Canaria, en el año 2012, en el marco del proyecto de cooperación Igualar, se destaca:
- Las mujeres se retiran o son excluidas todavía jóvenes de la política y muchas ni siquiera llegan a construir una carrera política.
- Las mujeres acceden a la política por tres caminos: a partir de un protagonismo público que se deriva de una actividad profesional, a través de los contactos directos con los partidos y sus miembros, o por la participación y liderazgo en asociaciones locales. En los tres casos, los hombres tienen una partida ventajosa, que les permite un acceso más directo y con mayor respaldo.
- Las familias, sobre todo las mujeres, son un apoyo fundamental para la carrera política, proporciona cotidianamente el soporte emocional y logístico doméstico para el desempeño del cargo público. Para las mujeres, el apoyo aparece con más cuestionamientos, su presencia en la política es una desobediencia a los mandatos tradicionales de género, y las dudas se siembran de una manera más velada y a veces surgen cuestionamientos sobre sus capacidades.
- Lo masculino tiene mayor reconocimiento social, maneja más presupuesto, sus áreas son valoradas como de interés general y que afectan a toda la sociedad. Las áreas de gestión feminizadas afectan a colectivos específicos, vulnerables, en riesgos de exclusión, tienen menor poder de influencia, y menor capacidad de decisión.
Las mujeres experimentan una doble y difícil posición en el ámbito público, porque los estereotipos y expectativas de género contraponen feminidad y liderazgo, al mismo tiempo que asocian liderazgo a las características típicamente masculinas.
Las diferentes responsabilidades que asumen las mujeres compatibilizando lo público con lo doméstico es una barrera para la disponibilidad de tiempo que se exige para poder mantener las relaciones sociales y políticas que se demandan. Las opciones más realistas de disminuir las cargas de trabajo doméstico que están encontrando las mujeres vienen siendo la externalización de ese trabajo.
“A veces las brechas de la desigualdad son insalvables sólo por la desigualdad de trato que reciben las personas, por ejemplo, por parte de las instituciones o los mercados. Con sólo igualar el trato se salvan muchísimas formas de discriminación”. La discriminación es un mecanismo de perpetuación de la desigualdad. La desigualdad económica, que se manifiesta en desigualdad de ingresos, y a veces por actividades parecidas en desigualdad salarial, cuando hay salario.
En la búsqueda de soluciones a la discriminación y a la situación de las mujeres rurales en Gran Canaria, no todo está en el acceso a la propiedad de la tierra, sino que puede estar también en la construcción de la ciudadanía de las mujeres, para así cambiar de posición: el que se planteen ser agentes de los procesos sociales y quieran tener derechos y responsabilidades que les conduzca al acceso a bienes y recursos para poder vivir en el medio rural, y avanzar hacia un mundo rural que elimine desigualdades y discriminaciones e interactúe de forma responsable con el medio ambiente.
Buscamos un pacto de equidad, un pacto solidario con principios de igualdad de oportunidades y acceso a los recursos.
Mujeres Rurales de Gran Canaria
Autora: Juani Vega Artiles. AIDER Gran Canaria
Fotografías: Francesca Phillips
Fuente: Atlas Rural Gran Canaria